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El origen del dinero (I): Sistema económico desde la “revolución neolítica”

Por José Alberto Jiménez Peris

Miércoles 22 de octubre de 2014

Hoy en día, el dinero forma parte esencial de nuestra vida, pero no siempre ha sido así y es muy posible que alguna vez nos hayamos formulado las preguntas ¿dónde, cómo, cuándo y por qué surgió el dinero?



En este acontecimiento influyeron esencialmente tres causas: los excedentes de producción, la división del trabajo y, subsecuentemente, el comercio.

Para conocer cómo llegaron a producirse las tres circunstancias, hagamos un fugaz recorrido por el sistema económico postdiluviano del llamado Creciente Fértil.

Foto: https://commons.wikimedia.org/wiki/

Creciente Fértil

La economía hasta el Paleolítico se basaba en la depredación. Todos los miembros de un clan cazaban y recolectaban para cubrir sus necesidades primarias, y únicamente se podría hablar de una cierta especialización en los individuos que se dedicaban, como actividad principal, a la fabricación de armas y utensilios, trabajando el sílex, el hueso y, más tarde, la madera. Por tanto, la división del trabajo era irrelevante y el comercio no existía como tal, porque los intercambios se realizaban mediante el trueque, que estaba limitado, prácticamente, a la adquisición de útiles y armas a cambio de pieles y carne.

Recreación de una escena de caza del Paleolítico.

Los cambios climáticos iniciados poco antes del Diluvio, y acentuados tras él, alteraron significativamente la superficie terrestre y con ello, la forma de vida humana se transformó paulatinamente para adaptarse al nuevo hábitat.

La recolección en el Paleolítico.

Como consecuencia de ello, hacia el noveno milenio a.C. comenzó la llamada revolución neolítica y la humanidad evolucionó hacia una economía de producción, sustituyendo progresivamente la caza por la ganadería y la recolección por la agricultura.

Cuando la caza dejó de ser abundante, se aplicó la experiencia adquirida en la domesticación del perro a otros animales y se pasó al pastoreo. Veamos un cuadro con datos arqueológicos sobre la domesticación:

En algún momento, los humanos repararon en que las semillas de su recolección que caían accidentalmente en la tierra germinaban al cabo de un tiempo y así iniciaron su cultivo. Había nacido la agricultura. La primera cosecha obtenida se atribuye a las mujeres del Kurdistán en el octavo milenio a.C., aunque una opinión extendida entre los ufólogos, avalada de alguna manera por el Génesis, es que la agricultura y la ganadería se conocían desde los tiempos de Adán y que el primer cultivador fue Caín y el primer pastor, Abel.

Cosechando cereales en el Neolítico.

El cultivo implicó el sedentarismo que, con el paso del tiempo, y favorecido por el ascenso de las temperaturas, propició la sustitución de las cavernas por moradas edificadas al aire libre, que constituyeron el embrión de las ciudades. Éstas, al principio, estaban compuestas por escasas viviendas, pero el incremento de población las hizo crecer rápidamente.

Representación de una vivienda paleolítica en cavernas.

Imagen de los primeros refugios al aire libre en el Neolítico.

Ciudades. Ruinas de Ur.

Durante el cuarto milenio a.C. se produjo un considerable aumento de la población y el hallazgo del bronce, como aleación de cobre y estaño, significó la elaboración de herramientas, que facilitaron la roturación de la tierra para el cultivo. Pronto, la creatividad de pueblos como el sumerio, de procedencia incierta, pero asentado al sur de Mesopotamia, hizo que mejoraran las técnicas de cultivo utilizando el agua, mediante la construcción de diques y canales de riego, y el estiércol de los animales como abono, generándose de esta forma excedentes de producción.

Los sumerios enriquecieron la agricultura. Museo Británico.

Por otra parte, la observación de la Naturaleza, y la aplicación de los conocimientos obtenidos de ello, permitieron a los ganaderos intervenir en la reproducción de los animales, obteniendo la proliferación y la mejora de los rebaños.

Jarrón sumerio. Museo Metropolitano de Nueva York.

El exceso de productos respecto al consumo mostró la necesidad de almacenamiento en lugares y vasijas apropiados para su conservación. Con ello, las artesanías lítica y metalífera se complementaron con la alfarería y la construcción.

(Continuará)


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