Una de los apartados más interesantes de la notafílía es el coleccionismo de los denominados falsos de época: billetes realizados como fraude al erario público para ser puestos en circulación como billetes de curso legal. El estudio de estos billetes nos permite, por contraposición a los auténticos, conocer la calidad de ambos y por ello la situación de las técnicas de impresión de la época, la situación socio-económica y hasta, en algún caso, las circunstancias políticas, ya que se han efectuado falsificaciones, únicamente, para intentar provocar daños a la economía general del país. (Leer +)
Frente a los falsos de época, dignos de figurar en cualquier colección, nos encontramos con las falsificaciones modernas efectuadas con el único fin de defraudar a los coleccionistas, y cuyo gran daño no es el de la pérdida económica que puede suponer la adquisición de un papel sin valor, que no suele ser excesiva, sino la desmotivación que supone para los coleccionistas principiantes, generalmente los más afectados, haciendo que abandonen desilusionados el coleccionismo y perjudicando no solo a los directamente engañados sino a los coleccionistas veteranos, a los comerciantes y a todos aquellos que entienden la notafilia como una manifestación cultural y lúdica.
En este artículo queremos señalar las falsificaciones que recientemente se han visto en el mercado para evitar, en la medida de lo posible, que se sigan adquiriendo por coleccionistas mal informados.

En cuanto a las “fantasías” de vales de la Guerra Civil que se ven en internet creemos que ya no es preciso insistir en su falta de autenticidad, aunque hace unos meses alguno de ellos ha salido a subasta en una de las casas más importantes del mundo y se ha vendido.
Enlazando con el comentario anterior se debe hacer una advertencia inicial, aunque políticamente incorrecta y salvaguardando honrosas excepciones: en España, por tradición, existen unos comerciantes numismáticos con unos conocimientos excepcionales en el campo de la moneda, pero, desgraciadamente, su competencia en el ámbito de la notafilia no está al mismo nivel. Con esto queremos decir que la adquisición de un billete a un comerciante o casa de subastas de cierto prestigio, no es una garantía absoluta de autenticidad, aunque si lo sea de responsabilidad ya que los comerciantes de prestigio siempre se comprometen a enmendar el error.
En primer lugar señalaremos que existen escasísimas falsificaciones de billetes tipo. La falsificación de un billete con un mínimo de calidad es complicadísima, a pesar de los adelantos en elementos de reproducción, y solo realizable por un experto y con alto costo, por lo que, únicamente, sería rentable la falsificación de un billete de muy alto valor coleccionable, lo cual obligaría a que su destino fuese un coleccionista muy avanzado el cual detectaría fácilmente la falsificación.
Por lo comentado anteriormente, en general, las falsificaciones habituales en el mercado se centran en lo que podíamos llamar variantes o en errores. Sí podemos hacer alguna salvedad, especialmente en el caso de billetes “clásicos”, y es que, en alguna ocasión, a veces por pura ignorancia del vendedor, se ha intentado aprovechar un falso de época de buena factura para comercializarlo como auténtico.
Aunque actualmente ya son suficientemente conocidas las reproducciones con las que en su momento obsequiaron algunos periódicos, algunas de ellas efectuadas por la propia FNMT (¡Que tremendo error!) y que sirvieron para que algún coleccionista extranjero las adquiriese tomándolas por billetes “muestra”, sí hay que señalar que hay casos de fraude con reproducciones de vales muy raros de la Guerra Civil, ya que al ser los auténticos muy escasos es muy difícil efectuar comparaciones para certificar la autenticidad. El fraude se realiza maltratando la reproducción para que parezca un vale muy circulado y ante la falta de ejemplar de comparación es fácil hacerla pasar por un vale auténtico. Como ejemplo valga la reproducción del vale de la imagen adjunta, cuya reproducción se ha vendido en alguna ocasión como original.

Como ya hemos comentado, vamos a comentar las falsificaciones más frecuentes que actualmente hemos visto en el mercado.
Aunque no son propiamente falsificaciones comenzamos con tres tipos de “ejemplares”, por llamarles de alguna manera, que siguen apareciendo de manera reiterativa en subastas y convenciones numismáticas y que por presentar aspecto de billete se comercializan como tales.

El primero es el “Villete”, siempre se recalca que está escrito con v, de 1799 y que, si nos molestamos en leer la leyenda, vemos que solo es el justificante de poseer una acción, con el cual se podrá, solo si hay acompaña la suerte en el sorteo, cobrar unas rentas: Nada que ver con un Vale Real o un papel moneda.

Los otros dos “ejemplares” son dos tipos de documentos de “La Junta del Principado de Asturias para la defensa de Cuba”. A pesar de su aspecto de billete basta, igualmente, con leer lo que en ellos pone. Uno de los tipos es un recibo de haber hecho un donativo a la mencionada junta, por una cantidad que se indica de forma manual, y el segundo tipo (Filabo pag. 227) es un pagaré para que aquel mozo que se alistase para ir a combatir a Cuba pudiese cobrar un donativo de 200 pesetas. Lo lamentable es que estos documentos se valoren por encima de los 1.000 €.

Como primera falsificación señalaremos la que se efectúa sobre los billetes de 4.000 reales de 1835 del Banco de San Fernando (cuando se ofertan se insiste en la leyenda que figura en ellos de “pena de muerte al falsificador”). Existen ejemplares firmados y numerados y otros sin firmas ni numeración. Se están falsificando las firmas ya que los ejemplares firmados son mucho más valorados. Recomendamos que si se adquiere algún ejemplar firmado sea de manos de un experto ya que es muy difícil detectar el engaño si no se tienen amplios conocimientos.
Ya hemos comentado en un artículo anterior la falsificación de sellos “africanos” sobre las emisiones de 1906 y a él nos remitimos, aquí solo señalar que el único que se encuentra con alguna frecuencia, en la actualidad es el sellado con “CEUTA”.
En el periodo de la Guerra Civil nos encontramos con varias falsificaciones. En primer lugar, y por su abundancia destacan los discos de cartón empleados como moneda fraccionaria. Durante el curso de la guerra, en la zona republicana, se produjo una gran escasez de moneda fraccionaria que el gobierno intentó solucionar con la circulación de sellos de correos, como papel moneda. Para evitar el deterioro de los mismos, se recurrió a pegar los sellos sobre cartones circulares, efectuados por la FNMT, y en los que se imprimió el escudo de España.

No sólo el Ministerio de Hacienda puso en circulación discos, sino que admitió, por otra parte era inevitable al poderse cambiar el sello, que los particulares pusieran directamente el sello sobre el cartón, para lo cual facilitó los discos de cartón sin sello. Ignoro si estos discos “vacíos” han llegado a nuestros días en gran cantidad o se están falsificando con profusión debido a su sencillez, el caso es que han empezado a proliferar en el mercado notafílico estos discos-moneda, dado el escaso valor filatélico de los sellos, por lo cual, en este momento, es imposible saber si esta moneda es auténtica o una “construcción” moderna, por lo que consideramos, con gran pesar, que se debe dejar de coleccionar.
El colmo ha sido que los falsificadores ya no se conforman con adherir un sello sin circular, sino que colocan sellos obliterados sin reparar en el absurdo de que si en su época hubiese sido admisible esta práctica los particulares habrían conseguido dinero de forma casi ilimitada sin coste alguno; otros, con más imaginación todavía, han puesto sellos del siglo XIX, eso sí, también obliterados.

Otra falsificación, que no ha cesado, son las variantes de color del billete de 50 pesetas de julio de 1935, Ramón y Cajal. En 1992 se vio algún ejemplar de color azul, que se dio como auténtico. En 1995 aparecieron algunos ejemplares de color rojo en una convención en Lisboa que, igualmente, se consideraron auténticos ya que no se veía difuminado alguno en las líneas de calcografía, y que, como es lógico, alcanzaron precios altísimos. A partir de 1998 empezaron a aparecer ejemplares de ambos colores en grandes cantidades. Desde hace pocos años ya los hay con diferentes tonalidades de ambos colores y hasta bicolores. La falsificación es sencillísima ya que se efectúa por tratamiento con ácido o base según el color que se quiera obtener. La tinta calcográfica del anverso reacciona cambiando la tonalidad en función del ph sin tener ningún corrimiento sobre el papel.
En general debe tenerse cuidado con las ligeras variantes de color existentes en algunas emisiones de la República pues las variantes son producidas, de forma natural, por más o menos exposición a la luz.
Aunque en pequeñas cantidades ya que los originales son de bajo precio hemos detectado falsificaciones de sellos en seco de la República. La falsificación es muy burda ya que se utiliza un sello falso, sin gran parecido al auténtico, pero al marcarlo muy ligeramente, solo se aprecia la existencia de un sello, sin saber exactamente lo que es. Para evitar el fraude hay que exigir que el sello sea perfectamente legible lo que, por otra parte, es indispensable para una colección con mediana calidad.
En los dos últimos años han proliferado multitud de sellos con motivos alusivos al bando “nacional” sobre billetes de la República. No merece la pena insistir en que son falsos puesto que conceptualmente es absurdo pensar que se intentase validar un billete republicano por medio de eslóganes patrióticos.

Otros sellos que han proliferado desde hace unos años es el “inutilizado”, junto con dos taladros, sobre los billetes de la República. No vamos a decir que todos sean falsos pero habida cuenta lo fácil que es confeccionar un sello tan sencillo y el hecho de que durante veinte años los ejemplares con esta anulación fueron muy escasos y que actualmente aparecen a cientos, nos hace pensar que “algo raro está sucediendo”.