La batalla fue el resultado de la cruzada emprendida por el rey Alfonso VIII, el arzobispo de Toledo Rodrigo Ximénez de Rada y el Papa Inocencio III contra los almohades musulmanes que dominaban Al-Ándalus. Saldada con una importantísima victoria del bando cristiano, esta batalla fue el punto álgido de la Reconquista y el principio del fin de la presencia musulmana en la península ibérica.
Para rememorar ese hecho histórico, Bartolomé Maura grabó en 1912 una medalla conmemorativa que fue acuñada en los talleres de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, en bronce con un diámetro de 55’5 mm., 5 mm. de espesor y 79’14 gr. de peso. Dicha medalla ingresó en el Museo del Prado en 1915 como parte del Legado de don Pablo Bosch.
Bartolomé Maura y Montaner fue, posiblemente, el más destacado grabador en lámina y en hueco del último tercio del siglo XIX y primer cuarto del siglo XX. Administrador de la Calcografía Nacional de 1872 a 1893, a partir de ese año fue grabador jefe de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, encargándose de diseñar los billetes para el Banco de España, varias emisiones de sellos de correos y gran número de medallas, entre las que cabe destacar las de los premios de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, de 1895 a 1915. También diseñó numerosas medallas conmemorativas, como la que hizo en 1912 con ocasión del VII Centenario de la batalla de las Navas de Tolosa.

En el anverso aparece el monarca navarro Sancho VII el Fuerte (1194-1234) que marcha a caballo, hacia la izquierda. Vestido con cota de malla, empuña la lanza con su mano derecha y sujeta con la izquierda el escudo, en el que aparece su emblema personal, un águila negra, que se repite en la gualdrapa o cubierta que luce el caballo. Entre dos círculos la leyenda: “SANCIUS. DEI. GRACIA. REX. NAVARRE”, parcialmente interrumpida por algunos elementos del motivo principal de la medalla que invaden este espacio. Para diseñar esta cara de la medalla Maura se inspiró -y copió fielmente- en la iconografía que presentaban los sellos céreos de Sancho VII, como el conservado en el Archivo Municipal de Pamplona, unido a un documento de 1214, que muestra una gran águila explayada en el reverso. Presenta la firma incusa “-B. MAURA-”.

El reverso de la medalla presenta un escudo coronado y partido, formado por un cortado del águila negra a la izquierda; otro con las armas de Navarra a la derecha; y un tercero con una flor de lis en la parte inferior y en medio de los otros dos. En el campo las tradicionales cadenas y dos fechas en números romanos a ambos lados del escudo: a la izquierda “MCC/XII”; y a la derecha “MCM/XII”. Una inscripción entre dos círculos rodea todo el campo: Cruz patada. “VII. CENTENARIO. DE. LA. BATALLA. DE. LAS. NAVAS. DE. TOLOSA”.

Según diversas fuentes medievales, Sancho VII el Fuerte regresó a Navarra con varias piezas como botín de la batalla de las Navas de Tolosa, entre ellas las cadenas que protegían el núcleo del campamento musulmán, que regaló a la catedral de Pamplona, a la colegiata de Roncesvalles, a la abadía de Santa María de Irache y a Santa María de Tudela. La tradición popular señala que el monarca incorporó esas cadenas a su escudo o emblema personal, asimilado posteriormente al del Reino de Navarra. En realidad el escudo actual de Navarra fue creado en tiempos de Teobaldo I (1234-1253), sobrino de Sancho VII y primer monarca de la Casa de Champagne en Navarra. Fue él quien adoptó un escudo con bloca –una pieza metálica de refuerzo que se aprovechaba para enriquecer el escudo con metales preciosos, labores y gemas-, como ya había usado su abuelo Sancho VI. A finales del siglo XIV esa bloca radiada y cerrada fue identificada con las legendarias cadenas de las Navas de Tolosa, y así aparece recogido en la Ley Foral 24/2003 que trata de los símbolos oficiales de la comunidad foral navarra. El actual escudo de Navarra lleva también en su centro una esmeralda verde, identificada por la tradición como la que el califa almohade llevaba sobre su turbante y actualmente conservada en Roncesvalles, aunque recientes estudios gemológicos han demostrado que es una joya de origen americano y, por tanto, sin vinculación con la batalla de Las Navas de Tolosa de 1212.