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La Guerra de Sucesi�n Castellana y el oro de Guinea (1475-1479)

La Guerra de Sucesión Castellana y el oro de Guinea (1475-1479)

Por Pedro Dami�n Cano Borrego

El conflicto b�lico que se desarroll� por la sucesi�n en la Corona de Castilla tras la muerte de Enrique IV de Trast�mara entre los partidarios de su hija Juana, apoyados por su esposo Alfonso V de Portugal y Francia, y los de su hermana Isabel, la esposa de Fernando, heredero de la Corona de Arag�n, tuvo uno de sus principales frentes en las costas atl�nticas del continente africano.

El control del oro de la costa de Guinea, que ambos bandos reclamaban, dio lugar a una serie de enfrentamientos y batallas navales en las que las flotas portuguesas acabaron imponi�ndose a las castellanas de los futuros Reyes Cat�licos, si bien el oro obtenido en estas expediciones y en las razias contra los barcos portugueses permitieron a estos �ltimos llevar a cabo durante el conflicto las primeras emisiones de excelentes.

Los Reyes Cat�licos, Isabel de Castilla y Fernando II de Arg�n, por Alfonso de Mena. Capilla Real de la Catedral de Granada.

Durante el siglo XV tanto los pescadores como los comerciantes y exploradores de ambos reinos hisp�nicos se fueron internando cada vez m�s en el Oc�ano Atl�ntico. Ya desde finales de la centuria anterior los alcaides de las fortalezas costeras andaluzas lanzaban algaradas en territorio norteafricano. Pronto surgieron las disputas sobre la posesi�n del Archipi�lago Canario y sobre los territorios de la Mina y Guinea, ricos en oro y esclavos. En la primera mitad del siglo Castilla organiz� la conquista de algunas de las Islas Afortunadas, mientras que los portugueses, sin renunciar a ellas, exploraron las ricas costas de Guinea.

En esta disputa el Papado otorg� una serie de bulas a favor de los intereses de los monarcas lusitanos, en detrimento de las aspiraciones castellanas, por lo que, una vez que estall� el conflicto, Isabel I reclam� para Castilla las partes de �frica y Guinea que le correspond�an por derecho e incit� a sus comerciantes a navegar por sus aguas, lo que dio comienzo al enfrentamiento en el Atl�ntico.

Alfonso V de Portugal.

Como ha estudiado Anna M. Balaguer, los Reyes Cat�licos organizaron un aut�ntico corso contra Portugal, con la obligaci�n de la percepci�n en Sevilla del quinto de las mercanc�as y la prohibici�n de realizar expediciones a �frica sin licencia, haciendo al enemigo�guerra e todo mal edanno commo adversario por quantas vias y maneras se pudiera facer. Por carta de 6 de diciembre de 1476 fechada en Toro los reyes nombraron a Luis Gonz�lez escribano mayor �nico de las carabelas y naos con destino a Guinea, y ordenaron que en cada nave fuese un escribano para que llevase la contabilidad de lo transportado, citando oro, plata, joyas y esclavos.

Carraca o nao portuguesa.

Tras el comienzo de las hostilidades naos portuguesas recorrieron las costas andaluzas apresando buques mercantes y pesqueros, por lo que los monarcas castellanos enviaron una flota de cuatro galeras al mando de �lvaro de la Nava, que fren� estas incursiones y saque� la villa de Alcoutim. Como afirmaba Pierre Vilar, naos castellanas consiguieron capturar varias carabelas portuguesas que llevaban a bordo 6.000 doblas de oro, y sus preas llegaron hasta las mismas puertas de la Mina.

Carabela Vera Cruz.

Asimismo, los marineros de Palos se lanzaron al saqueo de las costas de Guinea. Vilar afirmaba que una de las razones para que m�s adelante hubiesen de suministrar los barcos del primer viaje de Col�n deven�a de ilegalidades cometidas en esta �poca. El a�o siguiente una flota portuguesa de veinte barcos al mando de Fern�o Gomes parti� para recuperar el control del territorio, por lo que Fernando e Isabel encargaron a Carlos de Varela preparar una flota para apresarlos.

Castellano acu�ado en Sevilla.

Tras varias dilaciones y derrotar a una expedici�n portuguesa procedente del Mediterr�neo con un valioso cargamento, una armada de tres barcos vascongados y nueve carabelas andaluzas parti� hacia Guinea y, al no poder dar alcance a la expedici�n portuguesa, saque� la isla de Antonio de Noli y captur� dos carabelas negreras del marqu�s de C�diz. El curso de las operaciones hizo que Luis XI de Francia entrase en conflicto con Castilla, lo que abri� el frente de Navarra, donde Fernando control� Viana y Puente la Reina y puso una guarnici�n en Pamplona de 150 lanzas, y dinamiz� el conflicto en el Atl�ntico, dado que envi� a la zona la flota del pirata normando Coullon.

Medio castellano Sevilla 1475.

En 1478 los reyes de Castilla prepararon dos flotas, una para la conquista de la Gran Canaria y otra para comerciar con Guinea. La primera de ellas, debido a la presencia de una armada lusitana, no consigui� su prop�sito. Tampoco los portugueses consiguieron desembarcar en la isla, por lo que, tras hacer presa en varios mercantes castellanos cargados de v�veres, se dirigieron a Guinea, donde derrotaron por sorpresa a la segunda escuadra castellana, que tra�a gran cantidad de oro, con el que Alfonso V pudo mantener el conflicto.

Do�a Juana de Castilla.

En tres cartas fechadas en 1749 en Trujillo y C�ceres, donde los monarcas combat�an los focos de resistencia extreme�os de Juana, los monarcas ordenaban que los que quisiesen ir a la mina de Guinea deb�an acudir a Sevilla o Jerez para solicitar que se les proveyese de naves de acompa�amiento de la armada, para formar una flota, amenazando con la pena capital a quien se dirigiese a Guinea por su cuenta, y se establecieron impuestos especiales sobre la pesca y sobre la carga y descarga de los mercantes para financiar esta flota.

Todav�a en junio de 1479 se trat� de enviar una nueva expedici�n, pero las mismas cesaron con la firma de la paz con Portugal en septiembre de este mismo a�o. Como recog�a Fray Bartolom� de las Casas, por el Tratado de Alc��ovas-Toledo las Canarias quedaron bajo el se�or�o supremo de Castilla, as� como el Reino de Granada, que el monarca lusitano tambi�n pretend�a, mientras que Portugal recib�a los derechos sobre el Reino de Fez, as� como el comercio con Guinea durante la vida de su soberano Alfonso y la de su hijo, don Juan.

Doble castellano segoviano.

Las primeras medidas monetarias tomadas por los Reyes Cat�licos estuvieron encaminadas a prohibir la circulaci�n de moneda acu�ada a nombre del rey de Portugal, bajo pena de confiscaci�n de bienes y de ser quemado p�blicamente. Pocos d�as despu�s, el 26 de junio de 1475, Isabel dio orden de que se labrasen las primeras emisiones de su reinado. Deb�an acu�arse tres clases de moneda de oro: el excelente, de veinticinco piezas el marco y valor de dos castellanos, el medio excelente, de cincuenta piezas, y el cuarto de excelente, de cien piezas, con ley todas ellas de veintitr�s quilates y tres cuartos, o 980 mil�simas de oro. Estas monedas se acu�aron hasta la promulgaci�n de las ordenanzas de Medina del Campo de 13 de junio de 1497.

Esta moneda, de mayor peso y ley que las anteriores castellanas y de las de los reinos vecinos, estaba condenada seg�n Sanz Arizmendi a desaparecer de la circulaci�n o a emigrar. Para evitar su saca y a instancias de las Cortes de Toledo de 1480, reci�n acabada la contienda, los monarcas ordenaron que a quien sacase del reino 250 excelentes o 500 castellanos se le condenase a muerte y confiscaci�n de bienes, y a los que llevasen menos la primera vez a confiscaci�n y la segunda tambi�n la pena capital. Estos males fueron, seg�n el autor antes citado, una de las causas para que los soberanos redujeran en la reforma de Medina del Campo el peso de esta moneda �urea.

Bibliograf�a

BALAGUER, A.M., �Documentos referentes a moneda y al comercio del oro africano del Tumbo de los Reyes Cat�licos del Concejo de Sevilla (1474-1492)�, NVMISMA, n� 180-185, enero-diciembre 1983, pp. 331-345.

CASAS, B. de Las, Brev�sima relaci�n de la destrucci�n de �frica, NoBooks, 2015.

DIFFIE, B.W., Foundations of the Portuguese Empire 1415-1580, vol I, University of Minnesota Press, 1985.

SANZ ARIZMENDI, C., �Las primeras acu�aciones de los Reyes Cat�licos�, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1920, pp. 67-80.

VILAR, P., Oro y moneda en la Historia (1450-1920), Barcelona, 1972.

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