A lo largo de estos dos siglos, del VIII al X, observamos una peregrina evolución en cuanto a economía social y política, de dichos núcleos, se refiere. Los territorios del norte de la Península Ibérica habían quedado fuera del dominio musulmán. En esas zonas habitaban los antiguos pueblos que menos se habían romanizado: cántabros, astures y vascones. A ellos, se les sumaron algunos de los emigrantes visigodos que escaparían del nuevo inquilino.

Debemos partir, por lo tanto, del hecho de que todos estos núcleos naturales aparecen en tierras casi despobladas, donde perviven todavía formas economico-sociales neolíticas, en las que no se estableció el dominio ni penetró la cultura romana y visigoda. Aunque pudieron aprovechar, en algún momento, las diversas luchas internas de al-Andalus, especialmente durante el siglo X, estos núcleos cristianos se limitaron a una política meramente de supervivencia, es decir, de “rapiña” (2).
La infraestructura de todos estos núcleos de resistencia se basó en una economía natural, agrícola-ganadera, que mantuvo incluso relaciones comerciales de importación con al-Andalus y Europa. Fue entonces cuando todos ellos, en mayor o menor grado, fueron abriéndose hacia un proceso de feudalización hacia la cada vez más dominante minoría nobiliaria y eclesiástica, las cuales tendrían el control de rentas en las manos.
Esto no quiere decir que los primeros agricultores y ganaderos se quedaran sin tierras, todo lo contrario, a medida que la Reconquista avanzaba, los poderosos y los monasterios, que disponían del instrumental necesario (siervos y colonos) para ocupar extensos territorios, como es lógico, poseyeran más capacidad para colonizar que un simple artesano o ganadero.
Un dirhem “cristiano” y el paso previo hacia el numerario cristiano
La economía de estos reinos era de tipo natural, fundamentalmente agrario-pastoril, que no utilizaba la moneda y tenía una artesanía y un comercio escasamente desarrollados. La unidad de cambio era la oveja y no existía prácticamente una artesanía (las ciudades eran de agricultores y ganaderos).
Será ya en el siglo XI, concretamente en el 1085, meses después de la conquista de Toledo protagonizada por Alfonso VI, cuando el reino de Castilla y León acuña su primera moneda. Bien es sabido que, en puridad numismática, fue un dirhem de vellón acuñado entre los años 478 y 479 de la Hégira musulmana, que incluía el mes de acuñación en el inicio de su leyenda.

Poco después, y de manera excepcional, Alfonso VI ordena acuñar un dinero de tipología goda con un retrato esquemático de frente. Este dinero, con una representación estética muy cercana a los mozárabes residentes en Toledo, daba continuidad tipológica a las antiguas acuñaciones visigodas y suevas de la Península Ibérica, siendo el precedente cristiano más cercano que existía hasta entonces.

Con estas dos acuñaciones, la del dirham cristiano y la del dinero godo, Alfonso VI se granjea tanto a los musulmanes primeramente como a los mozárabes que vivían en Toledo. Fue entonces cuando el monarca sacó jugo a esta sinergia multicultural proclamándose emperador de las dos religiones.
En pleno expansionismo y esplendor del Imperio Carolingio a través de las reformas de Cluny y el afán de unificar Europa occidental, Alfonso VI intenta entrar en la órbita de influencia política del momento implantando ciertas medidas en su reino. Para ello adopta la liturgia romana o cluniacense en sustitución de la arcaica liturgia hispánica visigótica (3) y, en un segundo intento, trae desde Francia a varios monjes benedictinos de Cluny, entre los que destaca la figura de Bernardo de Sedirac. Éste, nombrado inicialmente abad de Sahagún y años después arzobispo de Toledo, convence al propio monarca para adoptar el arte románico europeo en sus, aún desfasadas, monedas.
De este modo el rey Alfonso VI adopta la influencia carolingia para sus nuevos dineros, imitando a las monedas francas en epigrafía, diseño y metrología con el famoso cuadrilítero que se difundió por toda Europa. En dicho numerario podemos distinguir dos tipos: los de “primera creación” con aros y estrellas y los del Crismón.

Cabe destacar las acuñaciones de Urraca I, hija y sucesora de Alfonso VI, labradas como homenaje tras la muerte de su difunto padre y al recibir la corona del reino. En dichas acuñaciones observamos nuevamente un retrato de frente pero de Doña Urraca, que recuerda a las acuñaciones toledanas labradas por Alfonso VI como continuación de la tradición de representación frontal visigoda. El busto se presenta con una diadema perlada. Estamos, sin duda, ante la primera representación de una mujer en la numismática medieval.

Conclusiones
Las monedas son un testimonio fiel de la historia. En este caso, es gracias a las monedas, presentadas en este artículo, como podemos analizar la sociedad y las circunstancias políticas, económicas y sociales que abrieron paso hacia el primer numerario cristiano, propiamente dicho, de la Península Ibérica.
Con el dirhem “cristiano” somos testigos de cómo el rey supo plasmar el mensaje político y religioso que quería difundir entre el pueblo. En este caso, los musulmanes residentes en Toledo. Convenía, en efecto, poner la iconografía al servicio del “marketing”, una disciplina tan antigua como la humanidad, para adaptarla a los intereses económicos y políticos. Este dirhem cubrió las necesidades comerciales que cristianos mantenían con musulmanes, acuñando monedas que copiaban sus símbolos, escritura y demás motivos evitando el rechazo musulmán. Igualmente, encontraríamos el mismo caso en el dinero godo y en el carolingio, ambos -el dinero godo en vista de la población mozárabe para su aceptación y el dinero carolingio a merced de ciertas expectativas políticas-, son una consecuencia de las necesidades de la época a la que pertenecieron.
Notas
1 La monarquía adquirió, gracias a la labor de intelectuales mozárabes de la corte, conciencia de que era ella la heredera del desaparecido Estado visigodo.
2 El primer movimiento independentista fue obra de las tribus montañesas que procuraban escapar al control de los impuestos musulmanes. Numerosas tribus lanzaban frecuentes razzias en busca de botín; botín, que siempre había sido base importante de la economía de estos pueblos.
3 “Este fue el rito que se practicó en la península desde que se consolidó en el siglo VI y hasta el siglo XI, primero por los habitantes hispano-romanos y más tarde por los visigodos, en cuya época fue enriquecido por los Padres de la Iglesia”. De www.uspceu.es/pdf/servicios/RITOMOZARABE.pdf
Bibliografía
- R.FROCHOSO SANCHEZ, A.MEDINA GOMEZ, I.TAWFIQ IBN HAFIZ: “Datos inéditos de las primeras monedas árabes acuñadas en Toledo después de su ocupación por Alfonso VI” en Numisma, 235 (1994) pp. 41-45.
- JOSÉ MARÍA DE FRANCISO OLMOS: “El nacimiento de la moneda en Castilla: de la moneda prestada a la moneda propia” en I Jornadas Científica sobre Documentación jurídico-administrativa, económico-financiera y judicial del reino castellano-leonés, siglos X-XIII, Madrid, 2002, págs 303-346.
- LEÓN HERNÁNDEZ-CANUT FERNÁNDEZ-ESPAÑA: “El primer retrato regio en la moneda castellana”. XIII Congreso Internacional de Numismática, Madrid, 2003: actas.
- ANTONIO ROMA VALDÉS: “Emisiones monetarias leonesas y castellanas de la Edad Media. Organización, economía, tipos y fuentes”. Madrid, 2010.
- MOZO MONROY, Manuel, y GARCÍA MONTES, Francisco Javier, “Aporte histórico y documental sobre el dinero de busto godo de Alfonso VI, rey de León y Castilla”, Gaceta Numismática, 180, (Barcelona, marzo 2011), pp. 67-82
- MOZO MONROY, Manuel y GARCÍA MONTES, Francisco Javier, “Primeras labras de vellón acuñadas en Toledo (ss. XI-XII). Propuesta de interpretación iconográfica”, Parva Urbs, 0, (Toledo, 18 de febrero, 2009), pp. 16-18.