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Febrero2015, Edición 113    31 de marzo de 2015

Rafael Tauler Fesser

Las Ultimas Macuquinas

Las Ultimas Macuquinas

Presentamos las �ltimas Onzas macuquinas y las primeras Onzas �redondas� o acu�adas a molino, prensa, m�quina o como se quiera llamar a los primeros artefactos capaces de acu�ar moneda completamente redonda y con canto labrado en mayor o menor medida. La diferencia en el resultado es abrumadora, no se parecen en nada en cuanto a la pl�stica o presencia, aunque la ley y el peso sean iguales. (Leer+)

El paso de acu�aci�n a martillo a acu�aci�n a �m�quina� se ha dado en todos las monedas existentes que, antes o despu�s, lograron la evoluci�n hacia la modernidad.

Imposible abarcar el universo de monedas que han dado el cambio, as� que nos centramos en la moneda espa�ola, m�s concretamente en el oro, y m�s concretamente a�n en el valor de 8 escudos, la Onza, que ya es tema harto suficiente para un reducido art�culo en esta publicaci�n. En el peque�o mundo de las Onzas echaremos en falta muchas cecas tanto peninsulares como �coloniales�. En el caso de las primeras porque, como sucede con la ceca segoviana (Real Ingenio) cuando apareci� la primera onza -Felipe III, Segovia a�o de 1611 (ver foto superior)- esta Real F�brica ya estaba acu�ando con el nuevo �ingenio� desde 1586. Por este motivo no existen onzas de Segovia macuquinas. En el segundo caso porque muchas cecas del Nuevo Mundo que acu�aban moneda, no tuvieron la potestad de hacerlo con el oro antes de que los nuevos ingenios llegasen a sus f�bricas, por lo que nunca pudo existir una onza macuquina, pero casi todas las cecas americanas llegar�an a acu�ar los 8 escudos redondos, de busto o de cordoncillo, como cada quien quiera denominarlos.

Tres cecas espa�olas acu�aron una �nica onza macuquina, por lo que no hay un despu�s en la fabricaci�n de 8 escudos. Cronol�gicamente son: Pamplona 1652, Felipe IV; Valladolid no datada Felipe IV y Palma de Mallorca 1689, Carlos II.

No damos im�genes ni de la pieza pamplonesa -se encuentra en los fondos de la American Numismatic Society de Nueva York- ni de la pieza vallisoletana -paradero desconocido-, ya que no disponemos de fotos m�s que en blanco y negro y de mala calidad.


Publicamos al doble de su tama�o, la pieza mallorquina que merece la pena contemplar por su espectacularidad; obra de inexperto abridor de cu�os, con errores y rectificaciones en la leyenda, pero el resultado de su obra es de gran gusto y relieve.

La segunda pieza macuquina que presentamos es una onza barcelonesa, datada en 1709 sobre 1708, pertenece a Carlos III Pretendiente -Barcelona se hallaba, desde 1705 en poder del Archiduque-; �nica pieza conocida posterior a 1700 a la que le falta el escus�n de las flores de lis por lo que no puede ser del primer Borb�n, Felipe V, del que en todo su reinado nunca falt� el escus�n borb�nico y es en todo semejante a las onzas de Barcelona acu�adas bajo el �ltimo de los Habsburgo, Carlos II y por ende de esta ceca s� podemos hablar de precedentes. No podemos decir lo mismo sobre piezas posteriores, pues, que se sepa, no existen.


Tras esta vasta introducci�n ya podemos hablar de Onzas que tienen un antes -macuquino- y un despu�s -redondo.

Presentamos la �ltima onza macuquina de Sevilla, a�o de 1702, seguida de su posterior redonda de 1701... �Qu� contradicci�n cronol�gica, decir que a 1702 le sigue 1701! Se debe a que coexistieron en el mismo tiempo y lugar las dos maneras de acu�ar y mientras se hac�an pruebas con los nuevos ingenios de laminado procedentes de Alemania -recordemos que ya se hab�an utilizado con gran �xito en Segovia- el taller segu�a acu�ando a martillo como siempre, as� que suponemos que la primera pieza exitosa que sali� de la nueva m�quina fue la de 1701 que posiblemente vio la luz un a�o despu�s. Pero aqu� no quedan aclaradas todas las incongruencias.

La pieza macuquina pertenece a Carlos II y es en todo similar a la anterior conocida de 1699 con el escudo de los Austrias y sin rastros del escus�n borb�nico con las flores de lis (que veremos en el siguiente ejemplar de la ceca de Madrid, ya acu�ado bajo Felipe V), as� que estamos en presencia de una doble transici�n: la mec�nica y la din�stica. Sevilla pasa de acu�ar monedas de los Austrias con Carlos II y macuquinas, a acu�ar moneda borb�nica -con Felipe V- y redonda. �Quedan aclaradas dichas incongruencias?


�Por qu� se acu�a una pieza de Carlos II en 1702? Cuando esto ocurre en el Nuevo Mundo a nadie le extra�a que suceda, y as� ha sido decenas de ocasiones, que se siguen acu�ando monedas a nombre de soberanos ya fallecidos por obvias razones de comunicaci�n tard�a entre ambos continentes. Lo extra�o es que esto suceda dentro de la Pen�nsula y adem�s con una diferencia de dos a�os desde el fallecimiento de Carlos II. Los expertos que analizaron y estudiaron esta pieza aseguran que son visibles los dos �ltimos d�gitos, �02� y por lo tanto la pieza est� fechada en 1702. No ser� yo quien les enmiende la plana.

A simple vista se observan cambios decorativos y, por supuesto, her�ldicos, pero en lo fundamental, escudo en anverso y cruz de Jerusal�n dentro de una orla tetralobulada en reverso; texto y posici�n de leyendas, siguen siendo similares.

La siguiente ceca, Madrid, nos presenta un caso similar a Sevilla, la onza redonda es dos a�os m�s antigua que la �ltima macuquina -adem�s ser� la �ltima macuquina peninsular-, las razones son similares a lo que explicamos en el caso anterior.


Aqu� ambas pertenecen a Felipe V y ya vemos claramente el escudo borb�nico de las 3 lises en sendos escudos, por ello ambas monedas presentan similares estructuras y leyendas, tanto en reverso como en anverso.

Presentamos la primera de las cecas americanas, M�xico, que experiment� el paso de los sistemas de acu�aci�n. Aqu� observamos grand�simos cambios de presentaci�n, ya no guardan similitudes, en anverso pasamos del escudo borb�nico sin florituras a contemplar el retrato del monarca Felipe V tal y como se representaba a los reyes al estilo franc�s; en reverso, desaparece la cruz de Jerusal�n y deja paso a un escudo magn�ficamente ornamentado con el Tois�n de oro; las leyendas de sendas caras son totalmente distintas. Y aunque el peso sea el mismo, 27 gr., los di�metros y grosores var�an claramente.


Con el reinado de Felipe V empieza la moda del retrato en anverso -motivo por el cual se empezaron a llamar monedas de �busto�- y que perdurar�, salvo algunas excepciones, hasta la �ltima de las onzas de Fernando VII.

Pasa el tiempo y entramos en el reinado de Fernando VI, hijo de Felipe V, y lo hacemos con una onza macuquina bien curiosa, la de Guatemala. La ceca guatemalteca es la �nica que acu�a onzas macuquinas con la efigie real y lo hace con dos reinados, el de Felipe V y el de Fernando VI. La �ltima de la que se tiene conocimiento es la que representamos m�s abajo, del a�o 1750 y que corresponde, como ya hemos dicho, a Fernando VI, pero mantiene el retrato de Felipe V. Esta es otra de las cosas que pasaban con frecuencia en el Nuevo Mundo, la tardanza, por motivos de lejan�a, de la llegada del rostro del nuevo monarca.


Los cambios de presentaci�n no son tan dr�sticos como en el caso anterior, ya que se mantienen los retratos en anverso y los escudos en reverso, eso s�, con leyendas totalmente diferentes. Macuquina de 1750 y redonda de 1754.

Seguimos con Lima, otro caso de profund�simas transformaciones entre la �ltima onza macuquina y la primera redonda.


Ya de por s� las macuquinas lime�as siempre fueron diferentes a todas las dem�s con un dise�o bien diferenciado, presentando en anverso la cruz de Jerusal�n y en sus cuadrantes castillos y leones; en reverso las columnas de H�rcules rematadas en capiteles de hojas y apoyados en olas marinas, dos l�neas horizontales convert�an el campo en 9 cuadrantes donde se aprovechaba para poner, en primera l�nea, ceca, valor y ensayador; en segunda l�nea �P V A� (Abr. de Non Plvs Vltra); y en tercera l�nea los 3 �ltimos d�gitos de la fecha. Las onzas lime�as fueron poco a poco acu��ndose con mucha tosquedad, reduciendo di�metro y acrecentando grosor. Por todo esto la transici�n a la primera redonda es abismal. Todo cambia. Nada guarda relaci�n de una a otra. Hasta la ceca cambia de la simple �L� a un monograma de �LM� con un puntito encima. Para qu� decir m�s, una imagen vale m�s que mil palabras. Macuquina de 1750 y redonda de 1751.

Terminamos con la ceca de Santa Fe de Nuevo Reino (Colombia), la �ltima de las cecas coloniales en acu�ar onzas macuquinas. Es con fecha de 1756 que esto sucede, seis a�os m�s tarde que las onzas lime�as y guatemaltecas. La transformaci�n es profunda, similar a lo sucedido en el caso mexicano. El cambio en grosor y di�metro es notorio. La ceca cambia de �S/F� a �NR�. Ambas fechas coinciden en la �ltima macuquina y la primera �de busto�.


Los amantes de las Onzas son numerosos y de gustos variables; los hay que coleccionan de todas, macuquinas, redondas, peninsulares y coloniales. Otros son m�s selectivos y solo coleccionan onzas redondas, alegando que las macuquinas son feas y no se entienden. Otros al rev�s, coleccionan �nicamente onzas macuquinas, alegando que las redondas son todas iguales. Otros se dedican solamente a una ceca... hay, por fortuna, para todos los gustos.

En los pa�ses de Hispanoam�rica es normal que coleccionen lo que en su pa�s se acu��, ya que son monedas �suyas�, est�n integradas en los museos, cat�logos y colecciones de sus propios pa�ses y no se les ocurre dar el salto a cecas de otros lugares, sean americanas o espa�olas. Todo esto es normal, los espa�oles hemos tomado como nuestras las cecas que acu�aron los territorios que pertenec�an a la corona espa�ola y tenemos el leg�timo derecho a pensarlo as� y as� se refleja en las colecciones privadas o p�blicas, en los cat�logos, en las tiendas o mercadillos. Estoy hablando de monedas en general, incluyendo todos los valores y metales, aunque tambi�n pueda aplicarse al mundo de las onzas.


Los estadounidenses son muy aficionados a coleccionar monedas de su entorno cercano, casi las han asumido como propias, ya que circularon muchos a�os por su pa�s. Tienen predilecci�n por las cecas de M�xico y de Lima y tambi�n les entusiasman las monedas procedentes de los famosos y numerosos naufragios que acontecieron cerca de sus costas. Pensemos que, a mediados del siglo pasado, gracias a los buscadores de tesoros se rescataron del mar, sobre todo frente a las costas de La Florida, millares de monedas y otros artefactos, principalmente material procedente de la famosa Flota espa�ola, compuesta por once galeones, hundida en 1715. En el Museo de La Florida se expone un 25%, en teor�a, de lo rescatado de estos naufragios. De hecho, se cree que las mejores colecciones de moneda �espa�ola� de finales del S. XVII y del S. XVIII, se encuentra en manos estadounidenses.


Rafael Tauler Fesser
www.onzasmacuquinas.com
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