Corr�a el a�o 1590 cuando el poeta ingl�s Edmund Spenser, contempor�neo de William Shakespeare, �public� la primera parte de su fant�stica obra aleg�rica sobre la reina de las hadas �The Faerie Queene�. �l no s�lo escribi� uno de los poemas m�s largos de la historia de la literatura inglesa, sino una compleja alegor�a que permiti� varias capas de interpretaci�n. El propio autor se sinti� obligado a decodificar las relaciones confusas de su epopeya para el amable lector. Una cosa sin embargo estaba clara, que cada destinatario entend�a una cosa diferente de la obra: la reina de las hadas era una met�fora para la exitosa �regente de Inglaterra, por lo tanto, para Isabel I, pa�s que estaba desgarr�ndose por las guerras de religi�n en ese momento, y tra�a consigo la paz y la prosperidad.
�Una y el le�n�, del pintor brit�nico Rivi�re (1840-1920).
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Ella, dijo Edmund Spenser, la reina de las hadas, era descendiente en l�nea directa del rey Arturo. Sus virtudes - la santidad, la templanza, la castidad, la amistad, la justicia, la cortes�a y la magnificencia - guiaron a los caballeros en sus aventuras en el mundo material. No importa lo que los brujos, los malos hombres y los malvados pudieran tratar de tentarlos, las verdaderas virtudes eran siempre de la mayor ayuda cuando los caballeros buscaron la manera correcta de comportarse. Entre las virtudes destacaba Una, la personificaci�n de la verdad y la verdadera iglesia protestante. En el primer libro del poema, recluta al Caballero de la Cruz Roja, que representa a Inglaterra como una especie de reencarnaci�n de San Jorge, para salvar el castillo de sus padres apoderado por un drag�n. Su noble caballero, tambi�n sus ayudantes, derrotan a Duessa, personificaci�n de la falsa, es decir, la Iglesia Cat�lica y sin�nimo de Mar�a, reina de Escocia. Como en la vida real, la historia termina con la decapitaci�n de Duessa / Mary antes que el Caballero de la Cruz Roja se case con la casta Una.
�Cu�l era pues, una se inclina a pensar, la conexi�n entre estas ideas y por qu� fueron mal concebidas desde el siglo XVI y la Inglaterra de 1839? En 1769, la m�quina de vapor se invent� all�, el primer telar completamente automatizado seguido en 1785, la formaci�n de f�bricas para la producci�n de acero en 1784. Desde entonces, las altas chimeneas echaban humo, los r�os se convirtieron en cloacas y Londres fue testigo con mayor frecuencia de �la amalgama altamente t�xica del holl�n, di�xido de azufre, polvo y niebla que iba a formar parte de nuestro vocabulario como smog. Los ni�os trabajaban hasta que estuvieran a punto de caer. Las mujeres eran obligadas a prostituirse. Hay demasiadas personas que viv�an en un espacio demasiado estrecho. Por lo tanto, en este contexto, era tan fascinante la referencia a una saga de una �poca pasada.
Bueno, el escapismo no es ninguna invenci�n de los �ltimos tiempos. El siglo XIX, en particular, se entreg� al pasado. La llamada Edad Media fue especialmente popular (y a sus aficionados les importaba muy poco la exactitud hist�rica como sus contrapartes modernas de hoy en d�a). Artistas y, por supuesto, troqueladoras tomaron sus temas a partir de ese per�odo de tiempo. Uno de ellos fue William Wyon, que cre� los moldes para la moneda de �Una y el le�n�.
Fue grabador oficial en jefe de la Real Casa de la Moneda de 1828. Hoy en d�a, es considerado uno de los m�s importantes representantes del neoclasicismo brit�nico. �l dise�� el encantador retrato de la reina juvenil que fue la gracia de las monedas del Imperio Brit�nico entre 1838 y 1887 y que se puede ver en nuestra moneda tambi�n. Su imagen la de �Una y el le�n� es un autorretrato perfecto de un matrimonio que era en�rgico, seguro de s� mismo y seguramente no ingenuo. Sobre la edad de oro de Inglaterra bajo Isabel I, con ello adopt� el papel de la inocencia virtuosa que gu�a a un pa�s poderoso, que con mucho gusto le ofrece la lealtad.
Gran Breta�a. Reina Victoria (1837-1901). 5 libras 1839, Londres. �Una y el le�n�. Seaby 3851. Subasta de K�nker 251 (3 de julio 2014), lote 3078. La rara pieza se estima en 50.000 euros de salida.
En realidad, dos a�os despu�s de que Victoria ocupara el trono del Imperio, era realmente necesario un poco de cultivo de su imagen. Fue sobre todo en el a�o 1839, cuando las ilusiones del pueblo brit�nico hab�an tenido sobre su bonita monarca de alguna manera se desvanecieron. En el curso de la historia de Flora Hastings, que teniendo una enfermedad mortal hab�a sido acusada y� castigada por estar embarazada ileg�timamente, la reina hab�a dado una explicaci�n despiadada de s� misma. Su miop�a pol�tica se revel� cuando, debido a su obstinaci�n en la selecci�n de algunas damas de honor, renunci� a un gobierno que hab�a sido elegido por el pueblo. Victoria que, como Una, dirig�a al le�n brit�nico sobre las monedas con tanta gracia era m�s o menos obligada por la opini�n del p�blico para entrar en el matrimonio, debido a �la esperanza de que un marido podr�a haber aliviado su temperamento un tanto inestable.
�En consecuencia, la orgullosa reina se cas� con Alberto de Saxe -Coburgo el 10 de febrero de 1840. Eso acab� con el paralelo entre ella y Elizabeth I que gobern� como �nico regente durante toda su vida. La imagen en la maravillosa moneda de 5 libras con �Una y el le�n� nunca se repiti� en la realidad. Reina Victoria hab�a perdido su inocencia.
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