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Febrero2015, Edición 113    2 de abril de 2015

Los bancos provinciales de España y sus emisiones de billetes (II): El Banco de Bilbao

Los bancos provinciales de España y sus emisiones de billetes (II): El Banco de Bilbao

Por Jaume Reinal Boix

En el anterior artículo, publicado en estas mismas páginas el pasado mes de marzo, veíamos como con la misma ley del 28 de enero de 1856 que se fundó el Banco de España, el primer banco oficial, el mismo banco dispuso al propio tiempo que en cada localidad pudiera crearse un establecimiento de emisión, así venían compartiendo el privilegio de emisión en sus respectivas provincias. Enseguida nacería el Banco de Bilbao. (Leer+)
Una tierra tan rica y con un puerto de los más importantes de Europa que llegó a facturar más de 27 millones de pesetas para el comercio de Vizcaya, casi un 5% del total de España, Bilbao desempeñó un papel esencial en el despegue industrial del siglo XIX. Los astilleros renacieron en el siglo XIX, y tras finalizar la guerra Carlista, desde 1841, se empezó a trabajar a pleno rendimiento. La inquietud por contar en Bilbao con una entidad financiera que apoyara el creciente desarrollo industrial tomó cuerpo en la capital vizcaína, entre las fuerzas sociales más pujantes de su economía. Con el objetivo para conseguir que llegase el ferrocarril hasta Bilbao, se sumó el deseo de contar con un banco propio de emisión y descuentos. Ambas aspiraciones formaban parte de la razón de ser de la Junta de Comercio de Bilbao, que congregaba a la burguesía local y a las clases propietarias.

Y lo cierto es que la posibilidad de contar con un banco propio era una decisión de urgencia, pues según la ley de 28 de enero de 1856, si con anterioridad al mes de mayo siguiente una ciudad o localidad del país no había solicitado la autorización para la apertura de un banco, entonces el ya institucionalizado Banco de España podía proceder a la apertura de una sucursal en la misma ciudad, disponiendo para ello de un plazo de doce meses. Estaba claro que en un marco socioeconómico tan activo y progresivo como en de Bilbao atraería al Banco de España. Así pues, los grupos inversores de la zona se movilizaron.

De hecho, ya el 16 de noviembre de 1855 se celebró en los salones de la Junta de Comercio bilbaína una reunión de industriales vizcaínos, hombres que de algún modo, por su actividad económica, ejercían una indudable influencia social en la provincia, y especialmente en la capital. La reunión concluyó con el expreso y rotundo deseo de contar con un banco propio.



Con esas perspectivas los acontecimientos se precipitaron. El día 7 de marzo de 1856 fueron convocados los principales comerciantes y financieros vizcaínos. El acuerdo fue unánime, y el día 15 del mismo mes se solicitaba al gobierno de la reina Isabel II autorización para fundar el Banco de Bilbao, con el expreso deseo de que fuera sancionado favorablemente.

La autorización no fue inmediata, pues transcurrieron catorce meses sin respuesta. La tardanza de ésta obedeció a las conmociones políticas de ese año, cayó el gobierno de Espartero y los moderadores estaban divididos frente a la Unión Liberal de O’Donnell. Además hay que tener en cuenta las tensiones que caracterizaron gran parte del siglo XIX español entre los distintos grupos de burgueses y financieros. Pero finalmente se impuso la drástica realidad de la potencia económica de Vizcaya y el gobierno concedió el 19 de mayo de 1857, fecha que señalaba el nacimiento jurídico del Banco de Bilbao.

La autorización fue acompañada del nombramiento del Delegado Comisario Regio, que fue Luis Lázaro. Al mismo tiempo se autorizaba al Banco de Bilbao para emitir billetes para la ciudad y en la jurisdicción provincial. La primera suscripción de capital, que sumaba la cifra de 8 millones de reales de vellón en acciones de 2.000 reales, fue cubierta vertiginosamente, y de este rápido proceso surgieron los primeros 106 accionistas. Los estatutos de la nueva entidad fueron asimismo aprobados por el Gobierno, simultáneamente con la recepción de la autorización, en la fecha ya concretada de 19 de mayo de 1857.



Suscritas las acciones, empezó una febril actividad para transformar el nacimiento del Banco de un acto jurídico en algo operativo. En este paréntesis, cabe destacar la celebración de la primera Junta General de Accionistas, la cual celebró la decisión espléndida, de la decisión de alcanzar el tope de 24 millones de reales en la emisión de billetes, aunque la prudencia dictó el buen criterio de no extralimitarse en la emisión de billetes. Así pues, se acordó de no emitir billetes que superaran la cobertura autorizada, prefiriendo un comienzo moderado. La moneda puesta en circulación no rebasó el tope de 6 millones de reales, solo se realizó una sola emisión con fecha de 21 de agosto de 1857, con los valores de 100, 200, 500, 1000, 2.000 y 4.000 reales de vellón. El motivo principal consiste con medio círculo en el centro del billete, rodeado por el epígrafe del banco y en el interior una mujer sentada. En los extremos, dos medallones que combinan los motivos en los diferentes valores, bajo el motivo principal están las firmas. La confección de estos billetes es muy cuidada y elegante. Todos los billetes tienen un tamaño de 225 x 130 mm, con un corte de matriz en el lateral izquierdo, estos billetes están impresos por la casa inglesa T.H. Saunders.

El Banco de Bilbao nació como una manifestación del maquinismo, de la expansión industrial, y por esas mismas razones entraba ya en la historia contemporánea de España con unos perfiles singulares. Su crecimiento seria rápido y el organismo prácticamente no tuvo infancia, sino que salto con fuerza hacia una vigorosa juventud. Sus billetes circularon pronto con amplia difusión y el propio Estado, a través del Ministerio de Hacienda, le autorizó para el primer pago de los intereses de la deuda pública estatal.



La capacidad emisora de billetes constituyó para el Banco de Bilbao la demostración de su eficacia. La prudente cifra inicial de 6 millones de reales fue ampliamente superada al comprobarse la gran acogida del Banco entre las instituciones empresariales y del conjunto de la población. Fue esa confianza la que permitió profundizar la política emisora de la institución y llegar a cubrir con rapidez el tope de los 24 millones de reales permitidos por el Gobierno. Esto se produjo en 1864, y el impacto de la credibilidad del Banco de Bilbao era tal en aquella coyuntura, que la propia hacienda estatal autorizo una ampliación de la actividad emisora de 30 millones de reales.

En 1861 el Banco de Bilbao fundó la primera Caja de Ahorros en tierras vascas, constituyendo ello otro de los mitos que honran su historia. Nació así la Caja de Ahorros de Bilbao, que empezó a operar el 3 de mayo de 1861, siendo una auténtica pionera en su género en el territorio nacional.

El Banco de Bilbao inquieto por su crecimiento progresivo, no quiso parar su progresión favorable y en 1861 adquirió unos terrenos y el edificio de la Posada de San Nicolás, situada en la plaza del mismo nombre, con el objetivo de poseer ya un edificio propio que le permitiera abandonar la casa de la Junta de Comercio, cedida por el espíritu de colaboración de los hombres de la entidad.

La primera piedra fue puesta el 30 de marzo de 1865, colocándose sobre ella una caja de plomo que contenía una lámina de plata con los nombres de los miembros de la Junta Administrativa, así como algunas monedas de oro, plata y cobre, y una copia del acta de la sesión de la junta de Gobierno de la institución celebrada aquel histórico día. En los años siguientes, el crecimiento industrial promovido en el país exigió un aumento de las necesidades de numerario en Vizcaya y el Banco de Bilbao proporcionó toda la circulación en metálico precisa a través de una compleja y difícil trama de operaciones. (Continuará)

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