Uno de los billetes mas ambicionados por los coleccionistas españoles es el 100 pesetas de marzo de 1938, billete en cuyo anverso figura la imagen de la escultura íbera, actualmente en el Museo Arqueológico Nacional, conocida como “Dama de Elche”. (Leer+)
La aparición en Londres de un ejemplar numerado el pasado mes de abril, hace que nos parezca interesante dedicarle un artículo a este icónico billete, pues aunque no se encuentre al alcance de un coleccionista normal, debido a los elevados precios que alcanza, ello no impide que disfrutemos con el conocimiento del mismo y a partir de sus diferentes ejemplares aprendamos el desarrollo que puede tener una colección notafílica y, como colofón, comentar el peligro que tiene la adquisición de ejemplares, aparentemente, únicos.

El primer tipo de ejemplar conocido está fechado en Madrid el 1 de julio de 1937, en plena Guerra Civil. Desconocemos si la fecha tuvo algún significado especial para el bando republicano o simplemente fue la fecha de reunión del Consejo del Banco.
En esta fecha el gobierno de la nación se encontraba en Valencia, pero a pesar de ello, y puesto que Madrid seguía en manos republicanas, el consejo del Banco de España decide que la emisión se feche en Madrid.
Debemos hacer notar la extrañeza que nos produce el pedido de este billete a Thomas De La Rue, ya que el Banco de España tenía en reserva gran cantidad de billetes de 100 pesetas de 1925, Felipe II, ya que quedaron sin emitir los 10 millones de ejemplares de la serie G y podía haber seguido con nuevas series de las emisiones de 1928 y 1931, ya que su proveedor, Bradbury, se había negado a fabricar billetes para el bando “Nacional”.
El ejemplar que conocemos lleva en su margen inferior la fecha “18 – 2 – 38” que, por lo que conocemos de otros billetes del mismo fabricante, es la fecha en que fue depositado el ejemplar en el archivo de De La Rue.

En noviembre de 1937 el gobierno republicano se traslada a Barcelona y también lo debió hacer el Consejo del Banco de España pues deciden que el billete proyectado se modifique fechándolo en Barcelona, 11 de marzo de 1938, y que se cambie la firma del interventor, Adolfo Castaño, por la de Antonio Victoriano Martín.
Para que la casa impresora tenga documento fehaciente de las modificaciones que debe introducir se le envía un ejemplar del billete fechado en Madrid en el que se reflejan las variaciones. Como es de esperar Thomas de La Rue guardó en sus archivos el ejemplar.
Hacemos notar que la tipología de la numeración “ceros” de estos dos billetes no se corresponden con la que sería definitiva.
Recibida la notificación de las rectificaciones, De La Rue procede a realizar pruebas de diferentes colores.

Nos llama la atención que sea en este momento cuando el impresor comienza a efectuar las pruebas de color para someterlas a la elección del Banco ya que lo normal es que las hubiese efectuado con anterioridad y se encontrasen fechadas en Madrid y no en Barcelona. También es curioso que estas pruebas, si bien están como emitidas en Barcelona, no figuran en ellas la fecha de emisión, tal como había solicitado el Banco.

Estas pruebas de color de De La Rue llevan en el margen inferior el número de orden del archivo. Desconocemos cual fue el número total de pruebas de color pero conocemos 5 diferentes. De La Rue archivó el modelo definitivo, que se preveía fuese adoptado, el 14 de Abril.

El modelo definitivo fue aprobado en sesión del Consejo del Banco el 21 de junio de 1938 remitiéndose a De La Rue un billete en el que figura dicha aprobación firmada por el secretario del Consejo. En este billete ya figura la fecha acordada de emisión así como la tipología definitiva de la numeración. Este billete también nos dice que el Consejo del Banco se encontraba en Barcelona a pesar de que en esas fechas Madrid todavía se hallaba en manos republicanas.
Una vez dado el visto bueno por el Banco, la casa impresora comenzó la impresión del pedido. El Banco de España indica que el pedido fue de 20 millones de ejemplares, la mitad sin letra de serie en la numeración y los restantes con la letra A.

De La Rue efectuó los correspondientes billetes muestra. Los conocidos son sin letra de serie y con numeración de 7 dígitos “ceros” por lo que no sabemos si de verdad se fabricó la totalidad de la emisión, ya que no conocemos una muestra con serie. Los billetes están firmados por el gobernador Luis Nicolau y el interventor Antonio Victoriano Martin. Por supuesto, no tienen firma del cajero al ser billetes muestra.
Los billetes fabricados se mandaron a la agencia del Banco en París y desde allí a Barcelona, en tren, pero desconocemos la cantidad que llegaron a España. Se ha dado por supuesto que al entrar las tropas nacionales en Barcelona los billetes serían destruidos en su totalidad.

Hasta el pasado mes de abril se conocían los tipos de ejemplares que acabamos de reseñar más un número no muy elevado de billetes sin numeración.
Todos los ejemplares no numerados se encuentran en conservaciones muy bajas, cuando no rotos; habitualmente están restaurados, en mayor o menor grado, y algunos con numeraciones espúreas simulando las originales.
No conocemos la procedencia de estos ejemplares que comenzaron a aparecer a finales de los años 70 pero dado su estado, ninguno en una conservación alta, creemos que sólo pueden proceder de pliegos desechados por el impresor que en lugar de ser destruidos fueron rescatados por algún empleado y, muy posteriormente, comercializados.
La gran sorpresa ha surgido en el pasado mes de abril, cuando ha sido subastado en Londres un ejemplar numerado. Como era de esperar este ejemplar ha logrado una alta cotización, ya que los pujadores han debido considerarlo como ejemplar, prácticamente, único.


Al hilo de esta cotización queremos poner de manifiesto el riesgo que supone pagar una cantidad elevada por la adquisición de un ejemplar, bajo la premisa de ser ejemplar único.
Debemos pensar lo extraño que resulta que solo aparezca un ejemplar numerado ya que el que tuvo acceso a él, en un primer momento, debió tener la posibilidad de coger más ejemplares.
Como decía Marco Tulio Ciceron “Historia est magistra vitae” por lo que aprendiendo de él recordaremos la historia del 1.000 pesetas de 1931.
Hasta finales de los años 70 únicamente se conocían ejemplares “muestra” del billete de 1.000 pesetas de 1931, Zorrilla, billetes que no llegaron a circular y que quedaron como garantía de otros de menor valor en los depósitos del Banco de Españaen Barcelona.

En el año 1978 se ofreció a un conocido comerciante un ejemplar numerado, el cual pagó la cantidad de 300.000 pesetas por él, convencido de su extremada rareza. Para hacernos una idea, era el mismo precio en el que se vendía el 1.000 pesetas de 1878, Cervantes, “el de la borriquita” o el de 1880, “el Murillo”.
Al poco tiempo, apareció, otro ejemplar, y otro, y otro. Recuerdo los comentarios del primer comprador, por supuesto, irreproducibles.
Se dice, creo que con fundamento, que el origen fue, que el oficial que había recibido la orden de destruir los billetes, tuvo la iniciativa de quedarse, bien como recuerdo, bien por si volvía la República, bien para sacarle el beneficio oportuno, con 2.000 billetes de Zorrilla y otros 1.000 del 500 pesetas de Hernán Cortés. Posteriormente debió darse cuenta de las consecuencias penales que podrían acarrearle si los billetes se ponían en el mercado, así que decidió guardarlos hasta mejor ocasión. No debió encontrar el momento propicio para vender sus billetes falleciendo en los años 70. Su viuda sí que vio la oportunidad y vendió la “herencia”.
¿Puede ocurrir algo semejante con “el Dama de Elche” numerado? ¿Es lógico que alguien se quedara con un billete del medio de un taco y no se quedara con, al menos, el taco entero? El tiempo nos lo dirá.