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La Medalla de las Víctimas del Dos de Mayo de 1808

La Medalla de las Víctimas del Dos de Mayo de 1808

Por David Ramírez Jiménez

miércoles 20 de abril de 2016, 05:22h

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La Guerra de la Independencia española fue muy prolija en la creación de numerosas distinciones durante su desarrollo y con posterioridad a su finalización. Todas ellas fueron creadas a nombre de Fernando VII, bien por las sucesivas Regencias o por el propio monarca una vez restaurado. Como no podía ser menos en este mes de mayo que se avecina resulta apropiado recordar una de esas medallas dedicada a honrar la memoria de los caídos en la jornada del 2 de mayo de 1808.


Las gracias honoríficas que Fernando VII dispuso para las víctimas del 2 de mayo de 1808 fueron comunicadas al Ayuntamiento de Madrid a través de su corregidor el conde de Moctezuma, por Real orden de fecha 27 de octubre de 1815, entre ellas estaba el establecimiento de una medalla de honor de las víctimas del 2 de mayo que consistía en una medalla de plata de forma oval, pendiente de una cinta negra. En el anverso tenía esta medalla una palma y un laurel enlazados por sus troncos y que, casi tocándose por su extremidad superior, venían a formar una elipse, dentro de la cual había una corona de laurel y debajo la inscripción: “FERNANDO VII Á LAS VÍCTIMAS DEL DOS DE MAYO DE 1808”. En el reverso sólo se leía distribuido en dos renglones: “PRO PATRIA MORI, ATERNUM VIVERE” (Quién muere por la Patria, vivirá siempre). Aunque era una distinción demasiado sencilla y de pobre concepto y ejecución artística, fue ideada por José de Macazaga, grabador de troqueles y artífice platero, y los troqueles se confiaron al Sr. Espinosa, director de la Real Platería de Martínez.

Retrato de Fernando VII, por Zacarías González Vázquez.

El propio monarca fue el encargado de repartir por su propia mano esta medalla y así la primera promoción de agraciados tuvo lugar coincidiendo con el aniversario del 2 de mayo, del año 1816 en la Real iglesia de San Isidro, pero en esa fecha sólo se pudieron entregar 24 medallas a familiares de las víctimas de las 500 que estaban previstas. La entrega de las restantes se pospuso para el día 30 de mayo, festividad del santo del Rey. Aún así ese día 2 de mayo de 1816 ciento veintiún parientes de víctimas de todas las edades, posiciones y sexos, vestidos de luto riguroso se agruparon alrededor del trono donde recibieron de las propias manos de monarca la distinción.

El acto de entrega de esta medalla de honor se repitió el 30 de mayo de ese mismo año 1816, después del besamanos en el Palacio Real y el 2 de mayo de 1817, otra vez en la iglesia de San Isidro. Los agraciados con medalla asistentes a estas últimas exequias, fueron dos viudas, de cinco que fueron invitadas; cuatro padres de víctimas, dos hijos de otros cinco a quienes se invitó; 10 hermanos, de 15, y 33 parientes, en diversos grados, de 37 que fueron calificados dignos de aquella distinción. También se les concedió a 10 heridos del 2 de mayo, de 14 y, finalmente a dos maestros, D. Pablo Brunete y Dª María de la Torre, por haberse encargado gratuitamente de la educación de algunos menores de víctimas. El reparto de estas medallas duró hasta 1820, en que todavía el alcalde de Madrid en representación del Rey presidió aquel año las exequias en San Isidro.

Foto Carlos Viñas-Valle http://madridafondo.blogspot.com.es/

Entre los beneficios que conllevaba esta distinción estaba una pensión de cuatro reales diarios a las viudas; las viudas jóvenes, con dotes y asignaciones de números en las extracciones de la lotería primitiva; los pobres sirvientes y los jornaleros de campo, con dos reales diarios, y con derecho, en caso de inutilidad en su vejez, a plaza en los establecimientos destinado a estos objetos; a los jóvenes en estad de tomar oficio se les destinaba a los obradores públicos, otorgando la medalla por estímulo y recompensa a los maestros que de ellos sacasen mejores oficiales en las diferentes artes y profesiones a llamase la inclinación de cada uno. A los peones de albañil, mendigos, peones, etc. se les daba trabajo siempre en las obras Reales o públicas, y a todos se les destinaron salas de distinguidos en los Hospitales General y de la Pasión para el caso de enfermedad. Los que por su idoneidad o particulares circunstancias merecían otra consideración, fueron colocados conforme se pudo en las oficinas del Ayuntamiento y otras semejantes.

La última de las disposiciones de Fernando VII en su Real orden de 27 de octubre de 1815, mandada ejecutar al conde de Moctezuma, corregidor de Madrid, se refería a la formación de una lista general que comprendiera los nombres de todas las víctimas del 2 de mayo de 1808, los cuales para eterna memoria de su heroico sacrificio, habrían de inscribirse en letras de oro en grandes lápidas de mármol negro, que se colocarían en Real Iglesia de San Isidro, donde su restos a la sazón descansaban. En cumplimiento de este precepto, se formó un Plan de víctimas el año 1816 que comprendía 115 muertos; el año 1817 se añadieron otros cinco, y tres en 1818, y, por último, otros 16 hasta el año 1821. Cuyo total daba 139 víctimas, pero las convulsiones políticas resultantes del trienio liberal, hizo que este mandato de Fernando VII no se cumpliera.

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